miércoles, mayo 13, 2009

La bruma gris.


A lo lejos, vio venir su figura borrosamente dibujada por la bruma. Las olas, cual infernales caballos galopantes, irrumpían con fuerza en el roquerío, haciendo casi imperceptible cualquier otro sonido. La luz que provenía del faro era el único elemento quizás que hacia algo más nítido el paisaje de la fría mañana. “L”, que esperaba impaciente incrustado en su abrigo, le dio la última aspirada de humo a su cigarro y lo dejo caer. Miró su reloj, tomó la maleta que tenía en el suelo y se dirigió al roquerío que se que se desplegaba tras de si. Ahí, ocultándose, la esperó. Cuando al fin “M” llegó a pasos agigantados al sitio donde se había encontrado “L”, miró su reloj y acto seguido, prosiguió a sacar un lápiz labial de su bolso. Sus labios pasaron del opaco color satín aun magenta más refinado. “L”, que aguardaba en el roquerío, observaba detalladamente las acciones de “M”. Un par de segundos después, aparecía entre la niebla un tercer tipo, cargando algo a cuestas. “M” lo vio acercarse. Entonces, sacó un arma de su bolso y la escondió en su espalda. Cuando al fin el hombre del bulto llegó hasta “M”, dejó caer fuertemente su equipaje en el suelo. “M” lo miró algo extrañada, desafiante lo apuntó con su arma.

-¿Quién eres?-Soltó con desaire-.

-Soy el mensajero. -Respondió el tipo—

-¿Mensajero de quién?. ¿Del cobarde de “S”?

-Jajajaja, exacto, ¿no ha pensado dejar la prostitución y dedicarse al esoterismo?

-Que te creí, imbécil. - Respondió “M”, apuntando con fuerza el arma hacia el tipo.

-¿No cree que seria muy estúpido matar al mensajero, sin antes recibir el mensaje?.

-Dame el puto mensaje.

-Ahí lo tiene usted a sus pies- Dijo el tipo y apuntó el paquete que traía.

“M” abrió el paquete y soltó un chillido de espanto. Sus ojos se llenaron de lágrimas al ver que dentro de la bolsa se hallaba una pequeña niña. Su cuerpo yacía en el interior, con un aire más bien angelical. Con rabia se levantó del suelo, cual demonio enardecido apuntando al mensajero. Su respiración agitada y entrecortada apenas le permitía decir sus súplicas.

--¿Por qué…? –Soltó casi ahogada por las palabras--Hijos de puta, tan sólo era una niña…

“L”, escondido entre el roquerío, sólo podía mirar con asombro lo que estaba ocurriendo. Estaba como paralizado de espanto. Una gota de sudor comenzó a bajarle por las coyunturas de la frente.

-Negocios son negocios y “S”, sabe separar la familia de los negocios, -soltó torpemente el mensajero-.

--¡Pero era su hermana!- dijo “M”

-“S” dijo que no fue él quien la involucró en todo esto. Además, creo que cumplió su función, el mensaje fue entregado. Ahora usted puede entender lo que sintió “S” al verla con otro tipo.

La cara de “L” se desfiguró tan sólo al escuchar que la niña del paquete era la hermana de “S”. El miedo lo cubrió en límites inimaginables que, tan sólo como acto reflejo, comenzó a vomitar.

“M” lloraba como una niña y afirmaba el cuerpo, acercándolo a su pecho. El ruido de las olas golpeaba cada vez más fuerte el roquerío. El mensajero entonces, se dispuso a retomar su camino, y comenzó a alejarse de “M” ,en la misma dirección de la que provenía.

-¿Dónde crees que vas?--le gritó “M”—

Pero el mensajero no se detuvo ni siquiera a mirarla. Por un instante, todo pareció tornarse en silencio y, “L” en los roqueríos, sólo pudo ver a “M” gritar mientras descargaba por completo el cargador de su arma contra el mensajero. La pesada humanidad del mensajero se desplomó en el suelo y, el retumbar de su cráneo al hacer contacto con la tierra, fue el ruido que pareció devolver los demás sonidos a la escena. “L”, cuando vio que el caos comenzaba un poco a calmarse, decidió salir de su escondite y se acercó hacia donde estaba “M”. Ella, que aún no bajaba el brazo después de disparar, se asombró al sentir los pasos de “L” acercarse y, sin pensarlo, lo apuntó.

-Soy yo— soltó “L”—

“M” sólo pudo correr a sus brazos y, cuando estuvo en ellos, se desplomó en lágrimas. “L” la consoló un instante. Mientras las lagrimas de ella empapaban el abrigo de “L”, las olas del roquerío parecieron calmarse un instante.

¿Y ahora? —pronuncio “L”, después de un par de segundos de silencio.

--Trajiste el dinero—Dijo “M”, secándose las lágrimas.

-Sí, está en una maleta, ahí entre las rocas. Apuntó “L” al roquerío tras de él.

--Pues entonces, nos largamos de aquí.

“L” no hizo nada más que asentir con la cabeza.

-Ve por el dinero- dijo “M”

“L” se disponía a ir hacia el roquerío, cuando “M” lo llama y le dice que se acerque. Se devolvió así entonces, y la volvió a tomar entre sus brazos. Acto seguido, ella comenzó a acercársele lentamente hasta terminar por juntar sus labios. “L”, cerró sus ojos y sólo sintió el gatillo del revólver de “M” hacer clic. Su cuerpo se desplomó en el suelo en cosa de segundos. Ella sacó así de su bolsillo un pañuelo, y se limpió el colorete que le quedaba en los labios. Limpió el revólver y lo guardó en su bolsillo. Caminó unos pasos, se acercó al cuerpo de la niña y, tomándolo en los brazos, caminó hacia donde estaba tirado el mensajero. Cuando se encontró con el cuerpo regordete de este a sus pies, le dio una leve patada en el brazo y siguió caminando. El mensajero entonces, comenzó a levantarse del suelo, limpiándose con ambas manos la ropa.

-Encárgate de todo—dijo “M”, mientras se perdía entre la niebla.—El dinero está entre las rocas de allá atrás, yo me iré primero a casa de “S”, antes de que el efecto del somnífero se acabe. No quiero que “P” despierte y vea todo esto.

-Entendido.-dijo el mensajero, mientras se disponía a levantar el cuerpo inerte de “L”, así con la roja visión de los primeros rayos de sol apareciendo entre la oscuridad de la mañana. Él la vio partir.

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