
La escritura hace infeliz al escritor, porque uno, como tal, tiene la magia de narrar historias, versar poemas, o disfrazar mentiras, pero no ve con la misma magia que los ojos expectantes y hambrientos del lector. Uno mira con desazón su obra terminada y piensa, pudo ser mejor. La frustración y el inconformismo son las mejores herramientas para deprimirse y para hacer siempre algo mejor.
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