Sumergidos en recuerdos de pasados olvidados.
Flotaron un instante en volutas de agonía.
Fotografiados, desnudos, desterrados.
Incendiaron sus cabezas en cigarros de nostalgia.
Y se durmieron en el llanto de haberse olvidado.
La escritura hace infeliz al escritor, porque uno, como tal, tiene la magia de narrar historias, versar poemas, o disfrazar mentiras, pero no ve con la misma magia que los ojos expectantes y hambrientos del lector. Uno mira con desazón su obra terminada y piensa, pudo ser mejor. La frustración y el inconformismo son las mejores herramientas para deprimirse y para hacer siempre algo mejor.
Y los años pasan y nada cambia.
Aun escucho los discos que me dejaste.
Sigo con ese puto insomnio con el que me conociste. Si, exacto el mismo que te despertaba a las 5 de la mañana.
Y el tabaco aun no me mata, pero no me canso de intentarlo.
De vez en cuando me tiro unas pastillas, para hacer mi vida un poco mas real, y a veces las mezclo con licor, para darles ese toque de irrealidad que tu sabes que me gusta.
Quizás pienses que mi vida es patética y que soy un perdido por no cambiar.
Pero por lo menos aún no he parado de escribir.
Y con eso.
Soy feliz.
Detestaba el sabor rancio de un beso alquitranado.
Yo estaba súper colocado, así que esa noche no me importaba.
En mi patético intento por acostarme con ella, le tire unos versos de mala muerte, pero con el espíritu como si yo fuese Bécquer.
Ella solo se rió a carcajadas en mi cara, y sin decir nada, me dio una mamada.
Cuando las luces de la ciudad comenzaron a apagarse.
Y la soledad lloro en silencio por todos los callejones.
Nadie vio a la muerte apuñalar los pasos de los soñadores.
Y mientras todo pasaba, yo me perdí en el olvido, de calles gastadas de una ciudad a la que ya no pertenecía.