sábado, mayo 24, 2008

Vigilantes

Han pasado 3 años de la muerte de Gabriel y tres años desde que me alejé de las calles.

Cómo comenzó todo, no lo sé, creo que cuando niño leí muchas historias de superhéroes, tú sabes, Batman, Superman, Linterna verde, Spiderman, cosas así. Podría decirte que comencé en esto porque me gustaba la acción y el hacer el bien a los demás, pero no, todos decidimos de manera egoísta. Mi motivo era la adrenalina de salir allá afuera a golpear a un tipo con un arma, esa era la verdad…

¿Que por qué la máscara?

Todos ocultamos pequeñas partes de nuestro ser tras caretas, yo oculté mi fracaso en la vida tras una máscara. Eso no me hace más diferente al resto de las personas, yo ocupé lo que todos ocultaban y lo hice mi escudo.

En un inicio fue una suerte de aventura por diversión, Gabriel y yo nos sumergíamos en las putas calles oscuras buscando algún asalto o robo de cualquier índole. Pero por más que pienso en eso no paro de pensar que nosotros no buscábamos algo allá afuera más que a nosotros mismos, queríamos saber qué éramos, quienes éramos y que es lo que teníamos que hacer con nuestras vidas. Nos negábamos a crecer.

¿Que cómo decidí hacerme superhéroe?

Prefiero la palabra aventurado o vigilante, no consideró que sea un “Superhéroes”, como ya te dije no soy muy distinto del resto, antes de todo esto tenia un trabajo, igual que tú, pagaba mis deudas (y vaya qué deudas) y tenia una familia.

¿Qué pasó con mi familia?

Pues, no me gusta mucho hablar de esto… tú sabes, cuando te enamoras crees que esto es como esos finales de los cuentos, te casas y estarás luego de tu puta boda comiendo esos putos pájaros que ponen al final de los cuentos… tú sabes…como se llaman?

Aaah!, sí, eso, perdices. El caso es que después de mucho tiempo de estar casado, ahorras todo lo que puedes y tienes una casa, luego como si eso fuera poco tratas de llenar esos pequeños agujeros emocionales que dejaron tus padres de la manera mas absurda: tienes tus propios hijos pero luego de tiempo comienzas a darte cuenta porque papá y mamá no pasaban tanto tiempo en casa, pues claro, se les hacía muy duro conseguir la plata para que sus dos retoños fueran a escuelas privadas, pues esas mierdas fiscales sólo son un antro de marginales y drogadictos. Es entonces cuando dices: papá, mamá, los exhorto de cualquier culpa. Pero no sirve de nada reconocer eso a los treinta y cinco años, pues ya has vivido casi toda tu vida sintiendo que tus padres no te prestaban atención.

El caso es que un día común sales temprano del trabajo, pasas por algo rico para comer y darle una sorpresa a tu familia. Pero cuando llegas los niños aun están en el colegio y la casa esta vacía. Así que decides ir a cagar tranquilo al baño pero sientes ruidos raros en la habitación y, cuando llegas a ella, pillas a tu mujer con el pene del vecino en la boca.

¿Ahora entiende por qué no me gusta hablar sobre eso?

Luego de eso me fui a vivir con Gabriel. Como todos saben él era abogado y soltero, fuimos amigos desde niño y ambos compartíamos esa fascinación por los comics.

Gabriel vivía en un gran departamento cerca del centro de la ciudad, tenía tres habitaciones, dos de las cuales destinaba para él: una era su oficina y la otra su dormitorio, mientras que la tercera la tenía de bodega. Es así que cuando le comenté lo del pene del vecino me acogió sin mayor problema.

Vivir con él era como volver a los viejos tiempos de universidad, en los que él y yo conversábamos hasta tarde bebiendo cerveza. Gabriel me comentaba cómo la justicia era cada vez un lió de mierda y cómo muchas veces había tenido que defender casi amenazado a un montón de matones. Creo que todo fue idea de él, quizás así partió toda nuestra gran aventura.

¿Qué no entiende? Pues bueno, mira, como dije, Gabriel siempre pasaba quejándose del sistema judicial y de la corrupción. Cada vez que volvía de un caso perdido se enfadaba demasiado y se encerraba en su pieza a golpear duro a un saco que tenia. Cuando lograba calmarse salía de la pieza y me comentaba lo sucedido y me decía las ganas que tenía él de salir allá afuera y hacer justicia con sus propias manos. Es así como un día me propuso esto de convertirnos en héroes. Si bien acepté salir con él allá afuera a golpear hueones y a hacer el bien, nunca me sentí tan motivado y tan comprometido como él. Yo nunca me convertí en lo que él fue: él era el verdadero “Superhéroe”.

La primera vez que salimos me sentí un idiota, pues sólo salimos a caminar por ahí, sin máscaras ni nada que nos hiciera un estereotipo de superhéroe, sólo caminar buscando problemas. Con el paso del tiempo y luego de meditarlo bastante, decidimos crear nuestros propios alteregos, crearnos nuevas identidades, sólo por seguridad y para sentirnos consagrados como verdaderos héroes de comics.

Pero no teníamos mallas ni nada de esas hueas, sólo nos fabricamos máscaras, guantes y nos pusimos las chaquetas más roñosas que teníamos.

¿Cómo nos defendíamos?

Pues bueno, como dije, nuestra salida a las calles fue algo rápida, onda, nos propusimos la huea’ y salimos, pero ninguno de los dos sabía mayor técnica en pelea, a lo más Gabriel había estado dos años en Full Contact cuando niño. Es así que las primeras veces en una pelea de verdad nos golpearon más de lo que pensábamos. Pero las peleas son como el sexo, una vez que le tomas el gusto, te esfuerzas por ser el mejor y cada golpe que recibíamos en la cara era una medalla ganada y experiencia para la siguiente pelea.

Realmente me gustaba eso, de golpear gente y que te pegaran, era tan adrenalínico.

¿Que si acaso seguíamos dietas especiales o rutina de ejercicios?. En un inicio lo intentamos, Gabriel sobre todo, dejó de fumar y hacía muchos abdominales. Yo, por el contrario, estaba tan enamorado de la nicotina que me fue imposible dejarla, pero prefería observar paso a paso cada pelea que tenia, movimiento por movimiento, para así poder predecir la próxima, una pelea es más lógica que fuerza bruta, ¿sabías?

Bueno, la huea’ es que con el tiempo se comenzó a correr la voz de que había dos hueones disfrazados de cualquier mierda allá afuera golpeando a hueones Flaytes, o cualquiera que estuviera haciendo mal a otra persona. Es así cómo nos ganamos el odio de las bandas y de cualquier hueón que subsistiera en esto de robar. Pero así como esa fama nos trajo cosas malas, también nos trajo cosas buenas.

¿En que sentido?, pues bueno, te has preguntado alguna vez ¿cuántas mujeres tienen de fantasía sexual un superhéroe o simplemente un desconocido enmascarado? La respuesta es una suma
degenerada, pues muchas veces que salvamos a mujeres siendo asaltadas,

estaban tan agradecidas y con la adrenalina tan alta, que se te tiraban solas a los brazos. Y bueno, siempre he seguido la política de que todo lo que es gratis es bienvenido. Me gustaba beber y fumar demasiado, a veces, después de cada ronda nocturna, me bebía uno o cinco vasos de lo que tuviera alcohol y se encontrara en la casa.

Bueno, retomando nuestras aventuras, Gabriel y yo nos sumergíamos en las calles sin tener miedo a nada. Cada vez que salíamos de su departamento y nos poníamos las mascaras asumíamos la posibilidad de que no regresaríamos, pero eso no nos importaba, si algo tenía que pasar pasaría de todas maneras. Podía habernos atropellado un auto o haber sido apuñalados, nada nos hubiese importado, nada si sólo nos hubiese pasado a los dos y no sólo a uno.

Gabriel y yo nos sentíamos como un gran vigilante, era como si fuésemos un coloso sentado en la orilla del mundo observándolo todo. Las calles se convirtieron en nuestro verdadero hogar y las máscaras y los disfraces nuestros rostros reales, mientras que los rostros que utilizábamos de días se habían vuelto las verdaderas máscaras. Éramos un par de locos que pensaban que cambiarían algo la sociedad con los nudillos ensangrentados y los ojos morados.

Puta mierda falsa, pues nada cambia, todo sigue igual y Gabriel no es más que un pobre hueón que salió a las calles creyendo en lo que pensaba. No puedo dejarte olvidar su pequeña consigna... siempre que hagas algo créelo y lógralo.
El resto, es para el resto.[1]

Y bien, a lo que vine, Gabriel y yo vivimos relativamente bien un tiempo, no teníamos muchos problemas más que el de curarnos las heridas y maquillarnos los moretones, pero la estabilidad no es eterna.

Cuando la tienes la degustas hasta más no poder, pero no te das cuenta cuando estás todo cagado.
Un día cuando nos preparábamos a salir en la noche a patrullar, Gabriel recibió una llamada de trabajo. Era otro caso de esos, en los que se veía presionado a trabajar, pues tenía que defender a un narco. Nunca había salido a las calles solo, pero Gabriel insistió, pues dijo que el mundo delictual no lo esperaría a él y que yo debía hacer de todas maneras el trabajo de los dos. Además dijo mirándome: “piénsalo, tienes el doble de hueones a quien golpear”. Si bien eso me sonó tentador en un inicio después sería la gran espina que se incrustaba en una putrefacta herida.
Salí solo esa noche y me divertí de lo lindo, me debo haber fumado una cajetilla de cigarrillos, y me tiré a dos putas. Usualmente lo habría considerado una noche excelente, pero nada es tan maravilloso y, por cada gota de diversión que recibes, también debes entregar algo de dolor.

A eso de las 5 de la mañana llegué al depto de Gabriel, estaba todo normal, no sentí ruidos en su pieza, así que asumí que había salido por su trabajo. Pero cuando desperté en la tarde, me pareció raro de que él no estuviera, pero pensé que quizás esto le había tomado más tiempo del debido. Mientras me estaba preparando para la ronda el teléfono sonó. No dudé mucho en contestar, pensé que me llamaría para pedirme que lo esperara para la ronda, pero cuando levante el auricular… una voz grabe y rasposa me habló:

--Mira superhueón—vomitó—, sabemos que eres tú el que ha estado dándoselas de bacán allá afuera golpeando a nuestra gente. Tu amigo el maricón abogado confeso todo y ahora por hueón ta’ vomitando sangre. Tómalo como una bienvenida o un trueque. Ustedes me hicieron perder muchos de los míos y yo tenía que equilibrar la balanza. Ahora bien, sólo te diré esto, es mi ultima advertencia, pero si vuelvo a saber de ti, terminaras como tu caga’ de amigo. Besos mi putita.

Ese mismo día, cuando se cortó el teléfono, lloré como jamás había llorado en mi vida. Cuando pillé a mi mujer con el vecino, no boté ni una sola lágrima, pero perder al único amigo que tenía fue lo peor que me había pasado. Tomé mis cosas, las metí en una pequeña maleta con el resto de dinero que me quedaba en casa y me largué.

Días después compré un diario y me enteré de que habían pillado el cuerpo de Gabriel en un rió. El cuerpo presentaba muchos golpes, pero los asociaban a que el rió lo había arrastrado muchos kilómetros y que el principal sospechoso era yo.

¿A dónde fui? A todas partes y a la vez a ninguna, vague por muchas partes. Bebí mucho y me convertí en una escoria, más aun de lo que ya era. Pero por más que bebía y bebía, por más que trataba de ocuparme de otros asuntos no podía olvidar nuestras aventuras con Gabriel y cómo eso había sido lo mejor que había hecho en mi vida.

Así que comencé a acumular odio, más del que jamás había sentido. Fue este el que me hizo tomar la determinación de dejar el cigarro, de comenzar a entrenarme, me perdí en el sur en los bosques meditando, sobreviviendo sin nada más que mis dos manos, me convertí en un puto animal, en lo más despreciable del mundo, comía carne cruda y estaba completamente sucio. Con el tiempo lo que era antes no era más que un vil recuerdo. Y cuando no pude descender más abajo en la mierda, decidí que era hora de volver.

¿Que por qué le cuento todo esto?

Por la sencilla razón de que usted es periodista y lo que yo necesito es dar a conocer la historia de Gabriel y porque necesito que la gente que busco se entere de que estoy de vuelta. Quiero que salga allá afuera y le grite al mundo que he renacido, que volví de mi peor infierno, quiero que esos culiao’ se enteren de que el vigilante está de regreso y que esta vez no se esconderá más hasta arrancarle con sus propios dientes las gargantas, hasta que mi estomago esté lleno de su carne nauseabunda… dígales que ya pagué el precio de este nuevo negocio.

Dígales que he

venido por un nuevo intercambio…



[1] Felipe Burgos.

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